Convertir lo delicioso en inolvidable. Hacer de una comida agradable un momento único... En alta gastronomía, la búsqueda de la excelencia es una exigencia continua. Para mí es parte de mi día a día desde 1984, después durante diez años, a lo largo de mi periodo de formación en los grandes restaurantes de los Países Bajos. Y lo sigue siendo ahora, aún más que antes, después de haber inaugurado, en 1993, junto con mi marido Petro Kools eel Restaurant Da Vinci. En Maasbracht, nada se deja al azar: la acogida a nuestros huéspedes, el confort... además de la selección minuciosa de los productos, el uso preciso de los utensilios, el respeto de las tradiciones, la incorporación de las últimas técnicas... La cocina, totalmente abierta a la sala, no permite ni un paso en falso. Mis expectativas como las de nuestros huéspedes tampoco. Conseguir sus sonrisas con platos delicados y sutiles, revisitando los grandes clásicos con sensibilidad, es mi mayor recompensa.