Nací en una familia de gente a la que le gusta comer con una madre y una abuela que tenían la costumbre de cocinar para que todos fueran felices, con lo cual me convertí en Chef por pasión, sin pasar nunca por una escuela profesional. Hice estudios científicos y soy titulada de química. Pero desde muy temprano me enseñaron mi madre y mi abuela el amor por el gesto bello y la cocina tradicional – que sigo conservando hoy en mis innovaciones.Empecé a cocinar a finales de los años 70 en el restaurante familiar, sin más experiencia profesional. Mi suegra me ayudó mucho y en 1987 me dejó el control total de la cocina. Maurizio, mi esposo, se encargaba del servicio, de la recepción y de los vinos. Tuvimos que trabajar duro para que la reputación del “Caino” se difunda más allá de nuestro pequeño mundo de la Maremme, la “Camarga Toscana”, pese a haber recibido dos estrellas del Michelin. El hecho de entrar en el Relais & Châteaux ayudó mucho a que el mundo entero nos conozca. Mi cocina apunta a ser simple, lo que no significa que no sea creativa, con muchos sabores y equilibrio, cerca del “sabor justo”. Con ella, nuestros huéspedes deben poder sentir las emociones y el amor que intento comunicar.
Cuando se habla de la trufa de Alba, se trata de una trufa que se recoge en los bosques en torno a la ciudad de Alba, en la provincia de Cuneo en el Piamonte. Las mejores trufas tienen que estar frescas, en su punto de maduración, lo que les da un gran aroma, una textura sólida y no demasiado húmeda.
¡La trufa blanca no se cocina! Lo ideal es cortarla en finas láminas para utilizarla como guarnición de los platos que le van mejor. Es un producto único, que se distingue por su sabor pero sobre todo por su aroma. Me gusta particularmente con huevos y ricotta.