Soy totalmente autodidacta. Conocía las otras cocinas como cliente lo que constituye una perspectiva agradable. Mi curiosidad me llevó a ser uno de los más famosos y mejores cocineros de Austria, junto con la voluntad de perfeccionarme constantemente y mi creatividad. En mi familia, la creatividad siempre ha ocupado un sitio importante, y es una larga tradición, que se trate de pintar, escribir o, en este caso, de cocinar. La exigencia artística siempre ha sido muy elevada. Cuando abrí el Taubenkobel con mi esposa Eveline, en 1984, hemos decidido que el que cocinaba mejor debería trabajar en la cocina y que el más agradable en su contacto con los clientes se encargaría del servicio. La batalla fue dura pero, retrospectivamente, creo que hemos tomado la decisión correcta. El reconocimiento cotidiano de mis clientes así como las recompensas de las críticas y las 2 estrellas del Michelín, constituyen para mí y para mi equipo un estimulo y un ánimo permanentes en nuestro trabajo. Mi cocina está anclada en el terruño, es una cocina auténtica que evoluciona de forma abierta, inteligente y espontánea.
El perifollo silvestre o de los bosques tiene un perfume muy particular. Es una planta típica de nuestra región, pero la mayoría de la gente la consideran como una mala hierba y, por consiguiente, no saben que sirve para cocinar. En cambio, solo sus hojas son comestibles. Hace treinta años que lo utilizo y, como el perifollo silvestre crece delante de mi puerta, siempre está fresco. Con él hago sopas y purés y lo añado a diversas recetas para aromatizarlas. Pero el plato principal en el que lo utilizo es el Kerbelcremesuppe mit Ei, una crema de perifollo silvestre con huevo. Es una excelente combinación.