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No podría vivir lejos del valle que me vio nacer, ni lejos de sus montañas, ni de sus praderas, ni de su forma de vida. Me inspiro en fragmentos de las vidas de las personas normales que, cada día, sienten intensamente emociones como la alegría, la felicidad, la tristeza o el sufrimiento. Eso es lo que trato de representar en los rostros de mis esculturas. Me gusta resaltar los detalles que expresan el estado de ánimo de mis personajes: frentes arrugadas, labios entreabiertos, ojos como platos. La Désarpa es la obra que mejor refleja mi estilo, un estilo que suelo dejar de lado cuando creo esculturas modernas de líneas depuradas, sin florituras.